El temporal apenas levantaba y se anunció otro meteoro llamado Hilda,
se formó en el Caribe pasó por el oriente de Cuba y se enfiló a las
costas mexicanas, los pronósticos marcaban lo peor, se enfilaba franco a
Tampico y dentro del pavor en las tiendas hubo compras de pánico; a
partir de aquel anuncios los sucesos se fueron contando por hora, el
meteoro azotó previamente la Isla de Lobos a las nueve de la noche, así
los anunció la radio de Petróleos Mexicanos, y en unas horas tocaría
Tampico. Era la 1:00 de la madrugada del lunes 19 de septiembre, cuando
la furia del Hilda se dejó sentir con fuertes rachas sobre el puerto.
A las 3:00 de la madrugada el observatorio meteorológico de Tampico fue
tirado por las rachas del viento de 250 km/hr, cuando eran las 7:00 de
la mañana todo volvió a la calma, con una lluvia incesante la gente se
abalanzó a las tiendas haciendo compras de pánico; el primer recuento
fue de 26 muertos y 400 heridos no había lugares en los albergues, y el
registro de damnificados escalaba 11,432.
Para el 21 de Septiembre los números aumentaban y el caos fue en
aumento, se denotó en pocas horas que nadie estaba preparado para una
contingencia de esta dimensión, todo era pánico, la gente trataba de
salvar sus pertenencias y buscar refugio con algún familiar o amigo que
viviera en zona más alta sin imaginar que lo, peor estaba aún por
llegar, pues otro fenómeno meteorológico se formaba en el Caribe
mexicano y el pronóstico no era nada halagador.
Lamentablemente el pronóstico no falló y el 29 de septiembre cuando la
población no se recuperaba del asombro causado por la embestida del
terrible Huracán Hilda, el ciclón Janet entró a tierra por Tuxpan,
Veracruz, en su paso destructor entró a la Sierra Madre Oriental, y allí
descargó toda su carga, sobre la cuenca de los ríos Panuco, Tamesí,
Pantepec y Cazones, los afluentes desbordaron sus riberas y devinieron
las pavorosos inundaciones. Las fuertes corrientes provocaron la caída
de miles de árboles y ramas que eran arrasadas a gran velocidad
llevándose todo a su paso, los cientos de puentes en estos afluentes no
resistieron la fuerza de la corriente y terminaron por ceder, se
vinieron abajo.