4 de noviembre de 2010

La revolución científica cambia la percepción de la Naturaleza y de Dios

El mundo no es observado sólo por los ojos personales ni escuchado a través de los propios oídos: una complejísima organización tecnológica asociada a una teorización científica altamente sofisticada permiten hoy acercarse a un universo sorprendentemente más vasto que lo imaginable por una mente humana y exageradamente más extraño que lo que cualquier escritor –aun de ciencia ficción- pudo haber redactado. Cifras temporales como las de 13.000 millones de años de antigüedad del universo o la de los miles de millones de galaxias calculadas hasta el momento, obligan a reformular nuestras categorías de conocimiento, incluso nuestra forma de hablar acerca de Dios. No nos es lícito ser ingenuos en nuestro conocimiento del universo.

Propongo acceder al tema a través de una vieja metáfora, la de los “dos libros de Dios”: el libro de la naturaleza y el libro bíblico. La metáfora fue utilizada entre otros por Galileo Galilei para distinguir los campos de conocimiento religioso y científico. Resulta interesante reemprender un camino indicado por el astrónomo italiano –demasiado identificado en la memoria colectiva como un adversario de la fe en nombre de la religión- y utilizar la metáfora para recomponer una visión diferenciada e integrada del universo, tal como parece ser exigido por nuestro tiempo, extenuado de perspectivas unilaterales.

La idea es que el mundo natural es un libro de Dios(1) , anterior al bíblico, cuyo destinatario es el hombre y que permite un cierto conocimiento del autor del mismo. Es posible la recuperación de este tema en el presente encuentro sobre la hermenéutica y su utilización en filosofía por la sencilla razón de que durante más de un milenio y medio se consideró que el cosmos es un libro que debe ser interpretado. En otras palabras: un libro en busca de buenos lectores.

La validez o no de esta imagen para el futuro podrá ser discutida. Sin embargo, me interesa destacar lo que se halla detrás, y que no es otra cosa que la legibilidad o capacidad de ser leída que la creación tiene desde su origen. Si lo tradujéramos a otro lenguaje, podríamos hablar de su racionalidad o logicidad. De todos modos, la imagen libresca ofrece una inmediatez intuitiva –nos imaginamos el libro- ausente en una idea más abstracta.

Leer noticia en: www.tendencias21.net

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Publicado por : itampico @ 4:26 p.m.  | 0 comentarios


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