23 de septiembre de 2009
Los investigadores, procedentes de los Países Bajos, Reino Unido y Estados Unidos, descubrieron que el citomegalovirus (un virus del herpes común que puede provocar defectos congénitos o pústulas) aísla el llamado complejo principal de histocompatibilidad de clase I (MHC I) y lo desactiva.
El MHC I ayuda a quienes sufren algún tipo de indisposición al capturar fragmentos de proteínas víricas y entregárselos a los linfocitos T citotóxicos (células asesinas), que se dedican a la destrucción de células infectadas por virus u otros patógenos o que simplemente estén dañadas o hayan dejado de funcionar.
Según los investigadores, dos genes del citomegalovirus, el US2 y el US11, provocan que las células desactiven el MHC I al unirlo a una ubiquitina, proceso denominado «ubiquitinación». La ubiquitina es una proteína básica que «ejecuta» a otras proteínas.
«Los productos de los genes US2 y US11 en el citomegalovirus humano promueven la evasión viral al tomar control de la ruta de degradación asociada al retículo endoplasmático (ERAD)», se lee en el estudio.
Cuando esto ocurre, los genes del citomegalovirus destruyen el MHC I en el proteosoma (un complejo proteico de gran tamaño) cuya función principal es degradar proteínas dañadas o que ya han cumplido su cometido. Según el estudio: «US2 y US11 inician la deslocación del MHC I recién translocado desde el retículo endoplasmático hasta el citosol para proceder a la degradación mediada por el proteosoma, reduciendo así la cantidad de MHC I superficial celular».
La ubiquitinación del MHC I comienza cuando los genes del citomegalovirus se apropian de la proteína celular E3 ligasa.
La autora principal del estudio, Helen R. Stagg del Instituto de Investigación Médica de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), y sus colegas examinaron 373 ligasas reduciéndolas una por una mediante ácido ribonucleico de interferencia (ARNi). El ARNi es un sistema contenido en células vivas que controla qué genes se activan y en qué medida. Los investigadores silenciaron una ligasa denominada TRC8 que contribuía a proteger el MHC I.
El equipo descubrió que de las 373 ligasas evaluadas, sólo la TCR8 silenciada (un proceso mediado por ARN pequeño de interferencia o ARNpi) logró «rescatar» el MHC I.
El MHC I logra cumplir con su función cuando la versión mutante del TRC8 restringe la ubiquitinación. Aunque no se sabe demasiado sobre su funcionamiento, los investigadores reconocen en algunos tumores hereditarios y esporádicos de riñón intervienen mutaciones de MHC I. Los expertos especulan que una de las dianas habituales del TRC8 favorece el cáncer.
«La implicación de TRC8 en casos tanto hereditarios como esporádicos de carcinoma renal en células claras plantea incógnitas, sobre todo si se tiene en cuenta que TRC8 es la segunda ligasa E3 [...] implicada en la etiología de tumores renales», concluyen los autores. «Puesto que la disrupción de TRC8 crea una predisposición a sufrir carcinoma renal, es posible que en el desarrollo tumoral intervenga un aumento de la cantidad de proteínas normalmente eliminadas por TRC8. Por esta razón ahora es más importante que nunca identificar los sustratos fisiológicos de esta nueva ligasa ERAD E3.»
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Publicado por : itampico @ 10:53 a.m. | 0 comentarios